Nos hicimos en un avión
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- Rubén Palomo
Besándose en el aire
El mejor sexo comienza con una sesión de besos épicos y nadie puede negar este hecho. Besarse es, de hecho, más seductor, intenso y apasionado que el acto real. Si el lugar de besarse es arriesgado, no se ejecuta el molino y nunca antes se intentó, la emoción y la pasión suben muchas muescas.
Uno de esos lugares donde hice era un avión.
Viajaba con mi novio en un vuelo nocturno desde Delhi a Londres.
Mientras nos establecíamos en nuestros asientos, que eran una ventana y la que está al lado en la última fila, en secreto deseaba que el asiento del pasillo permaneciera desocupado. Y por suerte, el vuelo despegó y los dos estábamos solos en esa fila. La fila correspondiente a la izquierda también estaba vacía.
Pronto las luces se atenuaron como ya era 1 de la mañana.
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Pero estaba cachondo como el infierno. Tomé sus manos en las mías y la besé, inhalando su esencia. Me miró y sabía por lo que estaba pasando. Pasé mis manos a través de sus muslos internos y sentí que su cuerpo se endureció. Rápidamente nos cubrí a los dos con una manta y guié sus manos hacia mis senos. La parte superior que llevaba tenía botones en la parte delantera y los abrí para él. En el momento en que sus manos tocaron mi piel, estaba en llamas.
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Las luces tenues del avión eran perfectas para despertarnos y de repente agarré su boca y comencé a besarlo salvajemente. Nuestras lenguas se arremolinaban dentro de la boca del otro y sabían la hambre que se rasgaba por nuestros cuerpos. Su mano seguía amasando mis tetas y los besos lo hacían aún más loco. Nuestras lenguas se arremolinaban y bailaban dentro de la boca mojada del otro mientras siseaba gemidos. Me chupé la lengua como un profesional y sentí que sus manos me muelen aún más fuerte.
Esto se estaba volviendo loco. Goliné mis manos dentro de sus corredores y lo toqué cerca de su abdomen, con cuidado de no tocarlo allí, pero pude sentir que se ponía duro. Cuánto lo quería encima de mí- suspiro!
Nuestros cuerpos se estaban calentando y la emoción de besarse, suspendida en el aire, nos estaba volviendo locos.
Me agarré el cabello y extendí la mano para besar sus orejas mientras sus manos se deslizaban debajo de mi falda. Lo besé detrás de sus oídos, lamiéndolo simultáneamente y susurré: "Quiero que te estén en el chóvenes dentro de mí ahora mismo."
Le susurró: "Yo también, bebé."
Sus manos estaban trabajando su magia y me estaba emborrachando con el deseo. Ambos miramos a los ojos del otro y vimos el deseo crudo flotando en ellos. Ambos sabíamos que si estuviéramos dentro de una habitación, nos habríamos devastado como nunca antes.
No nos dimos cuenta de cuánto tiempo duraron los besos abrasadores, hasta que el chico en la primera fila, presionó el interruptor para llamar a la camarera y nos arrojaron de nuestro trance profundo. Sin embargo, la sensación persistente de que se besaba permaneció durante todo el vuelo y estará arraigada en nuestros recuerdos para siempre.
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